Para M.
No soy malvado trato de enamorarte
intento ser sincero con lo enfermo que estoy
y entrar en el maleficio de tu cuerpo
como un río que teme al mar,
pero siempre muere en él.
Raul G. Jattin.
Los rastros de tu beso
se han decantado en la batea
milenaria
en el pasar de la linea de ríos
donde lo que se desborda podria contenerte,
podria anegar una que otra
ausencia
Las manos siguen a un ritmo
melancólico
junto con las coladas
sin camisas
en el varadero del playón
nadie sabe que el jaguar vigila,
que los bejucos templan el aire
que existen escamas en forma
de corrientes
que tu, renaces del sueño,
en un tropico de luz perpetua,
de exotismo en la espesura.
La humedad ha obturado ese silencio
que es la ramificación de lo salvaje
mientras se extiende por tu cuerpo
en forma de división perfecta:
geometría entre el día y la noche.
Esa es tu sombra aferrada
a tus pasos
que cambian con los habitantes de este
perpetuo equinoccio
unas veces ungulados
otras garfas…
Así has entrado a la vida de mi conocimiento
que es una rabia malcriada en lo sucesivo,
una constante rapiña
que vigila el gerifalte de mi desespero
Responde por que es tan difícil de
hallar tu sustancia en la espesura
si cada pájaro ha encerrado tu voz
cada rincón ha reproducido
la víspera de la forma de tu tacto;
emerges, eres ala, pluma envenenada
con sudor de anuro
Al mismo tiempo geografía
donde no puede sino poblarse
de rastros tu cuerpo, jardín sin caminos,
mito de estuarios; tu vientre lo sabe,
tu porción cervical, lo que me separa
de saberlo
fiebre onirica recrea este oasis
que también es lontananza…
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