Foto Juan M. Trujillo |
A los despojados, a mis hermanos campesinos del Huila
a los que el interés oligarca asesina...
Ellos no tenían más arma que su pobreza
Arzobispo Jaime Tovar
Desde este palacio
se dicta la pobreza,
se instalan en las ciudades
los seres que huyen;
infraestructura que mendiga en forma de hombres...
Desde allí, en acto generoso
de genuflexión, se regalan las riquezas,
la geografía extensa del trópico salvaje,
el subsuelo aún por debajo de los miles
de fosas que la avaricia ha engordado en la tierra.
Se legisla para que sea un crimen
la etnia,
la practica cultural milenaria,
se mandan a desviar los ríos para
que las minorías no mendiguen más con
sus bateas, el polvillo que va a calmar
un hambre de hace muchas hambres,
que va a faltar a los dueños de la maquinaria
de la destrucción.
Es preferible hacer ceniza de los hombres
con los golpes,
que el paisaje sea envenenado
que se resuelva la incógnita de que en esos
baldíos de presencia estatal existen también hombres...
No, no son hombres los no nombrados,
los no apuntados, los no encuestados,
los que nunca mueven puntos porcentuales
de papel periódico,
los que tienen la culpa de aparecer ahí
en las riveras que son incomodas
para la Capital, donde circulan cuerpos urbanos
o pedazos mutilados;
las aves de rapiña ya no migran abordo de estos cuerpos,
no se pueden sostener solo en el desmembramiento
reducidas una vez más solo al aire;
ahora la corriente ya es solo de la muerte y
de quien acapara los cauces.
La colada y los anzuelos sin ramblas ni vaguada,
solo el estuario del barro,
álveo que volverá en trashumancia
a la verdad de su ruta; cuando ya los hombres
lejos habrán vertido su sangre
más lejos que lo remoto de su playón
en hordas de injusticia,
En este palacio la verdad es especulación de los micrófonos
alcancía que todos pagamos
al servicio del crimen...
Mi país se llama Guerra
geografía donde
comemos las sobras
que nos apuntan con las armas.
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